Al servicio de la misión

Me estoy dedicando estos días a releer el documento dela CIVCSVA sobre la gestión de los bienes. La necesidad aprieta y estoy preparando una charla sobre el tema. Su lectura no lleva mucho tiempo. Apenas 30 páginas en pequeño formato. Por una vez, un documento de estos no se pierde en disquisiciones ni en teorías y va al grano. No podía ser menos al hablar de una cuestión tan práctica como es la administración de los bienes al servicio de la misión.

Hay dos asuntos que me parece que vale la pena subrayar. El primero es que, antes de hablar de lo práctica, el documento hace ciertamente una breve motivación, un poco de teoría justificativa de lo que viene después. Diría que se centra en lo fundamental.

Los institutos religiosos están al servicio de una misión carismática. Todo en ellos se ordena a ese fin. Con matices diferentes ese fin es único para todos: el servicio al anuncio y testimonio del Evangelio en nuestro mundo. Para eso fueron fundados. Lógicamente también lo económico, los recursos de todo tipo de que dispone el instituto, está al servicio de la misión. Desde ahí se desgrana toda una serie de consecuencias, muchas de las cuales se explicitan en el documento.

Sólo me gustaría hacer una pequeña observación. El servicio a la misión no significa sólo la atención a las obras concretas (colegios, hospitales…) como realiza en la práctica cada instituto su misión. Implica también la atención a las personas que lo forman, porque ellas son las que realizan la misión allí donde estén. Atención a su bienestar físico, a su cualificación profesional. Eso también forma parte de la misión del instituto. A lo claro, favorecer que las personas dispongan de tiempo y tranquilidad para hacer sus estudios o atender adecuadamente a nuestros ancianos, forma parte también de la misión del instituto.

Lo segundo creo haberlo dicho ya en este mismo lugar pero no está de más repetirlo. No lo dice directamente el documento pero se sobreentiende. Administrar bien tiene mucho que ver con el sentido común. No hace falta tener grandes conocimientos (aunque unos pocos de contabilidad y alguna cosilla más siempre vienen bien). Hace falta mirar a la realidad y saber administrar los escasos recursos con que contamos para las múltiples necesidades, urgencias y llamadas que sentimos desde la misión. Para hoy y para mañana y para un futuro visto a medio y largo plazo. Eso no es más que sentido común.

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