Una oportunidad para la justicia

Algún compañero mío dice que “todos somos iguales pero unos más y otros menos”. Otro habla de la comprensión asimétrica, lo que viene a significar que nuestra capacidad de comprensión se hace mayor según se sube en la pirámide social. Dicho de otro modo, todos tendemos a ser más comprensivos con los que están más arriba o tienen más poder.

Claro que entendemos que estas cosas pasan en el “mundo”. En la vida religiosa todos somos iguales. Los miembros de una congregación lo comparten todo. ¿De verdad? ¿Es así siempre? Me temo que las utopías son precisamente eso: realidades que no pertenecen a este mundo. Y nuestra vida religiosa pertenece a este mundo. Los que la formamos somos personas normales y entre los buenos deseos de seguir a Jesús y de servir al anuncio del Evangelio se nos cuelan muchas veces otros intereses, otros prejuicios, otros respetos.

En el campo de las relaciones económicas entre las personas, entre las comunidades, entre las provincias de una congregación pasa de todo. También ahí “todos somos iguales pero unos más y otros menos”. Se nos cuelan los intereses de grupo, a veces los nacionalismos, a veces los prejuicios contra los que son diferentes. Hay personas que por el cargo o por el prestigio tienen más poder que otros. Hay provincias que tienen más poder simplemente porque tienen más recursos económicos. Hay comunidades a las que se les permiten mayores gastos por la misma razón. A veces, ese poder se usa para el bien común pero a veces se usa para el bien particular del grupo, de la comunidad o de ellos mismos. Eso pasa. No hay que escandalizarse. Somos humanos.

Pero lo que no podemos hacer es quedarnos sin hacer nada. Tenemos que poner soluciones. Y la mejor solución es hacer públicos los criterios con los que se toman las decisiones. Y que esas decisiones sean para todos por igual. Que no haya normas que se apliquen con dureza a unos y con laxitud a otros.

Vamos a poner un ejemplo. Si hacemos presupuestos y los aprueba el gobierno provincial, conviene que todos los tomemos en serio. Todos. Los de la comunidad o actividad porque se tienen que sujetar a lo presupuestado. Pero también el gobierno. De modo que, si la comunidad es deficitaria y necesita aportación del gobierno para cumplir lo aprobado en el presupuesto, lo lógico es que el gobierno transfiera esos fondos sin esperar que el ecónomo de la comunidad tenga que pedirlos.

Y si se hace una norma del dinero que se puede quedar una comunidad a fin de año, pues que sea igual para todas las comunidades. Y si una comunidad, con menos recursos, no se queda con ese mínimo, pues el gobierno provincial deberá aportarlos. Para que la norma se cumpla y sea igual para todos.

La economía es un campo muy importante para hacer justicia, para favorecer la igualdad. A eso ayuda que los criterios y normas sean públicos. Para no depender de la opinión del momento o de la influencia mayor o menor de éste o de aquél en el gobierno. Eso es ya una forma de hacer presente el Reino en nuestro mundo. Si en su congregación ya han superado estos problemillas, me alegro. Pero si no es así, convendría empezar a trabajar el tema.

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