Nuestras pensiones

He aquí una cuestión seria para nuestro futuro. Para el futuro de los institutos pero, sobre todo, para el futuro de las personas que los forman. La cuestión es sencilla. La mayoría de religiosos y religiosas han estado cotizando desde el año en que entramos en la Seguridad Social, en que comenzamos a pagar el RETA (Régimen Especial de Trabajadores Autónomos), allá por los primeros ochenta del siglo pasado, por la mínima. Eso nos garantiza obviamente una pensión mínima. Los que se jubilan hoy están recibiendo poco más de 600 euros mensuales. Eso, no hay que pensar mucho, no cubre los gastos de una persona jubilada. Apenas un poco más de la mitad.

Hay algunos que, por diversas razones, han incrementado su cotización. Pero hay que poner en duda que hayan hecho una buena inversión y que vayan a recibir las pensiones que hoy reciben los que cotizaron como ellos lo hacen. Posiblemente, reciban unas pensiones  bastante menores de lo que creen. Y más bajas en la medida en que sean más jóvenes y les queden más años para la jubilación.

El sistema de pensiones en su conjunto está siendo reformado. Y va a sufrir más reformas. Todas orientadas a hacer que el sistema de pensiones no se hunda. Lo que en la práctica significa, orientadas a bajar las pensiones. Por una razón muy sencilla: donde hoy hay 4,5 trabajadores aportando al sistema por cada pensionista, dentro de 30 años habrá apenas 1,5 trabajadores por cada pensionista. No hace falta ser un lince ni tener un doctorado para comprender que el sistema o se reforma o se hunde.

Y la reforma tiene que venir por la línea de bajar lo que se percibe. Alargando la vida laboral, para que el tiempo que se recibe la pensión sea menor. Ajustando la pensión a la esperanza de vida en el momento de la jubilación (a mayor esperanza de vida menor jubilación). Rebajando las pensiones máximas… Imagino que los gestores del sistema serán capaces de encontrar nuevas fórmulas y factores para afrontar lo inevitable: ajustar en el sistema de pensiones los gastos a los ingresos.

¿Qué podemos hacer? No mucho por el sistema. Pero sí por nosotros. Habrá que ir pensando en ahorrar desde ya para cubrir el espacio vacío entre lo que recibamos de pensión y nuestros gastos reales. No se trata de ser egoístas o de capitalizar sin sentido. Se trata de usar nuestra inteligencia para atender a nuestras necesidades y no ser gravosos a las generaciones futuras, que ya tendrán las suyas. Y permitir que los institutos religiosos sigan cumpliendo con su misión carismática.

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