Cumplir la ley

Creo que ya he dicho alguna vez que la mayoría de las cosas que digo en este blog y en mis artículos no son nada del otro mundo. Son simplemente de sentido común. Y el sentido común me dice que quizá uno de los primeros objetivos que nos tenemos que plantear es cumplir la ley. Así de sencillo. Así de simple. Es el mínimo.

La ley no es perfecta. Como nada es perfecto en nuestra sociedad. Pero la ley es fruto de una decisión democrática y se ordena al bien común. Cumplir la ley, desde el punto de vista de la administración, significa básicamente pagar los impuestos legalmente establecidos. Porque son signo de la solidaridad social. Con los impuestos se pagan las carreteras, la seguridad, la educación, la sanidad… Y tantas otras cosas que son necesarias para que esta sociedad funcione. Con los impuestos expresamos nuestra solidaridad con la sociedad en que vivimos. Es nuestra responsabilidad y nuestra obligación.
Pero llama la atención la facilidad con que nos sentimos liberados de esa obligación y de esa solidaridad. Y terminamos pagando facturas sin IVA o entregando sobres en B para pagar a los trabajadores. Pensamos que así nos/les hacemos un favor. Sin tener en cuenta el hecho de que, cuando pagamos una factura sin IVA, el que más se beneficia es el empresario, al hacerlo siempre dejamos de contribuir al bien general de la sociedad. Lo mismo cuando pagamos en B y hacemos que el receptor del salario no contribuya con su aportación al bien común.

Siempre está el que dice que para qué pagar si luego van a utilizar mal el dinero. No hace falta rebatir el argumento. Si no estamos de acuerdo con el sistema, en democracia hay muchas formas de manifestarse. No pagar no es más que una forma de buscar el interés personal y egoísta. Y creo que todos estaremos de acuerdo en que los institutos religiosos no podemos entrar por ese camino. De ninguna manera.

Pagar los impuestos debidos, cumplir con la ley, es el punto de partida necesario para ser honestos. ¡Qué menos se puede pedir a los institutos religiosos sino que sean honestos! Así que vamos a echar menos ideología, que sólo sirve para justificarnos y tranquilizar nuestras conciencias ante lo que sabemos que no debemos hacer. Sobre todo porque la razón para hacerlo no suele ser el interés común sino los propios intereses de grupo. Y eso no es más que egoísmo puro y duro.

Y termino con algo que puede ser hasta divertido si no fuera en realidad muy triste. En esto de no cumplir la ley, conocí a una congregación que había llegado al colmo: pagaba a su asesor fiscal en dinero negro. Increíble pero cierto. Como se descubra y salga en los periódicos… Vamos que si no hacemos las cosas bien por sentido de justicia, al menos hagámoslas bien por la imagen.

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